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Realidad Forestal de Argentina 

RALIDAD FORESTAL EN NUESTRO PAÍS

Martha Porcel de Peralta

Propiedad Intelectual Registrada Nº 12.211/99

Prólogo 

La autora de este folleto, Martha Porcel de Peralta, es la señora del Ing. Agr. Orlando D´Adamo, quien falleció en 1979. 

El Ingeniero D´Adamo fue un profesional extraordinario y sobresaliente que desplegó una actividad trascendente en asuntos forestales, especialidad a la que se dedicó preferentemente. 

Cumplió su trayectoria con pujanza arrolladora y suma eficacia. Desempeñó funciones y cargos de muy alto nivel y todo lo hizo con gran capacidad y honestidad. En resumen, su vida profesional puede sintetizarse de la siguiente manera: 

1) Ingresó a la Dirección Forestal del entonces Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación en el año 1944. Se desempeñó en la Sección de Mapa Forestal de la División de Silvicultura de esa Dirección y se dedicó, en sus primeros años de actividad, a la realización de Inventarios Forestales. En sucesivas campañas de estudio a los bosques de Formosa, Chaco, Misiones, Neuquén, Río Negro y Chubut, que en ese entonces eran Territorios nacionales, alcanzó a inventariar miles y miles de hectáreas de bosques naturales. 

2) Entre los años 1947 y 1948 viajó a España para hacer su especialización en Economía Agraria y Forestal. 

3) Vuelto al país fue partícipe principal en la redacción y gestión de la Ley 13.273 de Defensa de la Riqueza Forestal que todavía hoy rige en varias jurisdicciones del país. 

4) En el año 1949, cuando se creó la Administración General de Bosques, fue designado Director de Economía Forestal de ese organismo, constituyéndose en asesor directo y mano derecha del Ingeniero Agrónomo Lucas Tortorelli, otros extraordinario y distinguido profesional. 

5) En 1951 el Ingeniero D´Adamo renunció a su cargo de Director de Economía Forestal y se dedicó a la actividad privada, creando, junto con otros profesionales, la sociedad "Bosques Ordenados" que se dedicó a la plantación de bosques y a la realización de estudios de ordenación de bosques particulares. 

6) Después fue designado Asesor Económico de la Federación de Productores Forestales del país. 

7) Entre los años 1957-58 fue contratado por la F.A.O. (Naciones Unidas) como Consultor Forestal y en ese carácter se trasladó y vivió en Chile para asesorar al servicio forestal de ese país. 

8) De regreso al país fue designado Secretario Técnico de la Presidencia de la Nación, función que desempeñó durante la presidencia del Dr. Arturo Frondizi. 

9) Vuelto a la actividad privada fue designado presidente de la empresa industrial "Azucarera Tucumana". 

10) Entre los años 1973-1974 fue designado Secretario de Programación y Coordinación Económica del Ministerio de Economía de la Nación que a la sazón era dirigido por el Ministro José Gelbard. 

11) Posteriormente ocupó el cargo de Presidente del Mercado Común Latinoamericano. 

12) En 1976 fue Consejero Económico de la CEPAL. 

13) Finalmente culminó su actividad siendo Gerente General de la empresa "Madindesa", una industria que se dedicaba a la producción de tableros aglomerados. 

14) Fue docente universitario, desempeñándose como profesor titular de la Cátedra de Ordenación de Bosques de la Escuela Superior de Bosques de la Universidad Nacional de La Plata. 

15) Publicó libros y folletos, asistió a numerosos congresos económicos y forestales en el país y en el extranjero, y dictó innumerables conferencias nacionales e internacionales. Nació en 1919 y falleció en 1979. 

Este prólogo fue redactado con referencias aportadas por la señora Martha Porcel de Peralta de D´Adamo. 

Ing. Agr. Leopoldo Perfumo 

Buenos Aires, Agosto de 1999


REALIDAD FORESTAL EN NUESTRO PAIS

Introducción 

Finalizada la segunda guerra mundial, y dada la gran magnitud de pérdidas materiales y ecológicas sufridas, Europa vivía una situación llena de obstáculos, como consecuencia de los estragos del conflicto bélico, especialmente en el área forestal. 

Teniendo en cuenta la importancia que tenía la madera, elemento de gran valor para la construcción de viviendas, muebles, embarcaciones, durmientes, celulosa, etc.; los países afectados, comenzaron a encarar vastas tareas de reforestación. Entre ellos descolló Francia, superando las 70.000 hectáreas reforestadas en un año. 

En la Argentina, nuestra tradicional orientación agropecuaria, impidió la exaltación al primer plano del problema forestal. Sin embargo, el modelo europeo despertó el interés de un grupo de profesionales ingenieros agrónomos, a tal punto, que los llevó a pensar en algo similar, adaptado a nuestras propias características silvícolas. 

El primer paso sería dotar al país de una adecuada política forestal. ¿Qué se entiende por Política Forestal?: "En términos generales ella es el conjunto de normas y orientación que sigue un país en relación con sus bosques, industrias, comercio forestal, y todas aquellas actividades que se encuentran en estrecho contacto con el bosque y sus productos" ... "Si bien esa política puede ser de tendencia diversa, debe destacarse nítidamente que ninguna podrá denominarse realmente política forestal, si, básicamente no se asegura la conservación y el mejoramiento de la fuente de todas esas actividades: el bosque" (D´Adamo, 1951). 

Si es realmente Política Forestal la que asegura la conservación y el mejoramiento de la fuente de todas las actividades que devienen de la explotación de bosques, la reiteración de catastróficos incendios, año tras año, con las nefastas secuelas de su paso por la masa arbórea nos daría la pauta de que hoy, la Política Forestal no existe. 

Entre las causas más importantes de la degradación de bosques, el primer lugar está ocupado por los incendios, les siguen las talas indiscriminadas y, por último, el pastoreo no autorizado. 

Cabe agregar también que el abandono del bosque posibilita cualquiera de las tres alternativas, con el agravante de que muchas especies arbóreas, cumplido su ciclo biológico, caen de sobremaduras, convirtiéndose en excelente elemento combustible que arde al menor estímulo. 

Hoy, con un pie en el año 2000, nadie ignora la influencia de los bosques sobre los cambios climáticos, regímenes de ríos, depuración ambiental, etc. 

Por otro lado, un bosque bien administrado, es fuente de industrias importantes y, en consecuencia, oferta laboral interesante, en tiempos difíciles como los actuales. Con la desaparición del bosque, avanza la estepa. Este desafío no admite esperas ni especulaciones: uno u otro. 

El problema de los incendios 

Durante los incendios de 1997, que arrasaron los bosques de transición, en la costa neuquina del lago Nahuel Huapi, participaron en su extinción bomberos de Parques Nacionales, Municipalidad de Bariloche (Club Andino), cuadrillas de voluntarios, helicópteros de la Fuerza Aérea, uno de Parques Nacionales, todos provistos de helibaldes. El manejo de las tácticas empleadas no pareció obedecer a medidas coherentemente organizadas, sobre la base de planes previstos con anticipación. De ahí, las criticas posteriores y el magro resultado de la operación. 

La Secretaría de Medio Ambiente admitió estos errores, atribuyéndolos a la falta de conciencia del problema, insuficiencia de recursos presupuestarios y a la ignorancia de métodos para controlar los siniestros; pero restó importancia a la magnitud de los mismos. Airadas voces de ecologistas lugareños, se mostraron preocupados por la importancia de los bosques de transición quemados, y criticaron el elevado costo de la extinción. 

Podemos coincidir en que no hay conciencia del problema y en cuanto a la falta de conocimiento de los métodos a utilizar. Sin embargo, una situación, es consecuencia de la otra: no se puede tener conciencia de lo que se ignora. 

La falta de recursos, es una constante difícil de revertir en la Argentina. La cifra destinada a investigación y desarrollo agropecuario equivale al 0.5% del producto bruto interno de nuestro país, contra un 3% a un 5% de los países desarrollados (INTA, 1999). La diferencia me exime de comentarios. 

Ante la realidad del siniestro ya consumado, preocupa también la falta de coordinación entre las distintas áreas de trabajo que discuten jurisdicciones, en desmedro de la rapidez requerida por el evento. 

La repetición de los incendios, cada vez más voraces, en los años 1998 y 1999, fueron a tal punto demoledores, que cambiaron la fisonomía de Bariloche y parte del Parque Nacional que la circunda. Es lamentable que no siempre se aproveche una mala experiencia, para revertir o disminuir el riesgo de sufrir más situaciones extremas de la misma índole. Este hecho, no hace más que confirmar la ausencia de Política Forestal. 

Se tomaron medidas improvisadas sobre la marcha, sin el apoyo de una plataforma efectiva eficaz, diseñada por especialistas, que permitiera anticipar o sobrellevar el siniestro, al amparo de planes madurados sin urgencias. Se optó por paliativos efímeros, de una situación dramática, cuya proyección a través de los años es impredecible. Los pobladores, brigadistas y bomberos voluntarios hicieron lo que pudieron, a pesar de no contar con suficientes elementos. 

Es de esperar que la trastienda de mezquinos intereses, no sea el factor responsable, de tamaño deterioro del futuro forestal. Si la renta del bosque es la prioridad de su explotación y se entrega a industriales improvisados, nacionales o extranjeros, que ven en él solo una posibilidad de enriquecerse, el daño ocasionado será tan grave como los incendios. 

En una reciente visita a Bariloche, el contacto con la realidad superó todas las expectativas. Recorriendo los tradicionales circuitos turísticos (no alcanzados por los últimos incendios) me volví a sorprender como la primera vez, con la rústica belleza de sus picos nevados, la transparencia de sus lagos, y el misterio de sus bosques milenarios. 

Tal vez, rondara por sus verdes entrañas el espíritu de los primeros colonizadores que, tentados por la codicia del oro, enfrentaron con dureza crueles contiendas con los indígenas. Tal vez, floten sobre los senderos cubiertos de caña coligüe y retamo, los espíritus evangelizadores del Padre Mascardi, Laguna o Elguea, sacrificados en aras de la fe. 

Ante la vista del Cerro Tronador, no se puede escapar a una profunda emoción estética, contemplando la majestuosa belleza de esa incomparable conjunción de bosques y montañas, recortando sus blanqueadas cumbres en un cielo infinito. A sus pies, la transparencia juguetona de los lagos, conforma un paisaje perfecto. 

Poco duró el ensueño. A los pocos kilómetros, la belleza se transformó en hoguera, y de la hoguera quedaron como espectros, los troncos ennegrecidos de araucarias, lengas y cipreses muertos en pie, dignamente, como una muda réplica a la injuria de los hombres. 

Más adelante, a lo largo del río Manso y orillas del lago Moscos, se refleja con más crudeza, el efecto del paso de los incendios. La tierra color ceniciento, hace presumir la destrucción de nutrientes importantes (humus) para la regeneración de los árboles y consecuentemente comprometida la recomposición de la cadena ecológica. 

Si pensamos en la incidencia de los bosques como fuente de riqueza y la importancia de su mantenimiento, llegaremos a dimensionar el daño irreparable que involucran estas catástrofes. 

Según fuentes mediáticas, otro incendio importante comenzó en un pinar del cerro Ventana, en la misma fecha que los anteriores, entrando en los barrios Pilar 1 y Pilar 2, ubicados a solo diez kilómetros de Bariloche centro, afectando a mas de 100 familias, ante la aterrada mirada de los vecinos, que contemplaban absortos como el fuego arrasaba los techos de las viviendas que sus dueños se negaban a evacuar. 

Lamentablemente, todos los esfuerzos por aire y por tierra fueron insuficientes para combatir las llamas alentadas por ráfagas de vientos que superaban los 80 kilómetros por hora. Aparentemente el incendio fue intencional. Sería bueno que los culpables, si se encuentran, sean severamente penados y sobre todo que se adopten las medidas de prevención pertinentes, tal como ocurre en los países desarrollados, como Francia, España o Alemania, donde existe una añosa cultura forestal y una legislación que la acompaña. 

Breve reseña histórica 

La expansión de las pampas favorecida por el fomento de la inmigración, posibilitó la instalación de las primeras estancias argentinas, que eran a menudo saqueadas por las tribus indígenas. La corriente anglosajona, fascinada con la extensión de las tierras y la bondad de la pastura abundante y apta para la alimentación del ganado, miró con buenos ojos la posibilidad de explotarlas e iniciar allí una nueva vida a la sombra de un país pujante y particularmente acogedor. Los saqueos y la hostilidad de los indios, que se sentían cada vez mas perseguidos y discriminados, no se comparecían con las aspiraciones de los terratenientes. 

Rosas, Alsina y Roca iniciaron la llamada campaña del desierto, con la consigna de exterminarlos, meta que alcanzaron merced a sangrientas luchas sin cuartel. 

El 5 de mayo de 1833 el General Villegas informaba: “En el territorio comprendido entre los ríos Neuquén, Limay, Cordillera de los Andes y Lago Nahuel Huapí no ha quedado ni un solo indio. Todos han sido arrojados a occidente”. 

Con este frío y escueto parte de guerra, se cerraba un triste capítulo de la historia argentina: la erradicación de una cultura salvaje, para dar lugar a otra, cristiana y evolucionada, pero, ¿menos salvaje? Tal vez, el cacique Catriel tendría la respuesta. 

En 1876, un argentino insigne, el Perito Moreno, izó por primera vez nuestro pabellón, a orillas del río Limay, relevante gesto, digno de un hombre prócer que cimentó los pilares del progreso en este recorte de la Patagonia argentina. 

Esta sintética referencia histórica podrá parecer fuera de contexto. Pero, a mi juicio, es interesante recordarla, porque enriquece el conocimiento de una porción de tierra argentina, más apreciada por los extranjeros que la visitan, que por sus propios habitantes. 

Algunos antecedentes en otros países 

Es interesante conocer lo que se ha realizado en Europa, por ejemplo, en Francia y España. Estos países tienen una desproporcionada densidad de población con respecto a la exigua extensión de sus territorios. Cuando exigidos por el creciente desarrollo demográfico, para la obtención de madera para la construcción de edificios nuevos, restauración de los viejos, o armado de navíos para mantener el predominio marítimo de sus flotas con fines comerciales o militares, no tardaron en darse cuenta, de que las talas indiscriminadas, sin la reposición debida de los árboles, conducía al aniquilamiento a corto plazo de su principal fuente de recursos. De ahí la urgente necesidad de protegerlos. 

En Francia, por ejemplo, en los años 1600 llegó a peligrar con estas desforestaciones la economía y el poder marítimo de ese país, dado que los árboles utilizados para la industria naviera, debían ser de alto fuste, o sea que hubieran alcanzado su completo desarrollo, para poder aportar madera suficientemente consistente apta para los fines requeridos. De no haber impuesto serias medidas restrictivas al uso racional de los bosques, "Francia perecerá privada de bosques" decía J. B. Colbert a mediados del siglo XVII, autor de la iniciativa. 

Estas medidas. junto con otras reglamentaciones, se consideran como modelo de legislación forestal y rigieron con algunas modificaciones hasta 1827, en que se dictó el Código Forestal sobre la base de estos antecedentes, que es el que rige hasta hoy en Francia, con las ampliaciones y adaptaciones que implica el correr del tiempo. 

Las ordenanzas generales de montes vigentes en España por Real Decreto de 1833, han tomado como modelo al Código Forestal Francés, con las variantes correspondientes a las características ecológicas propias del país. Hoy tanto Francia como España, tienen sus respectivas escuelas forestales para la formación de técnicos especializados. 

En nuestro país, con una extensa geografía rica en las posibilidades de explotación agropecuaria, el bosque, económicamente hablando, no es objeto de mayor atención. Su ponderación parecería limitarse a la estimación estética de los lugares especialmente destinados al turismo. No zumban muchedumbres por las calles reclamando por sus frecuentes sangrías tras los devastadores incendios, o las talas indiscriminadas. En Francia, en 1850, cortar un árbol, apacentar ganado en un bosque o simplemente levantar ramas muertas, por quien no tuviera derechos adquiridos, eran delitos penados por el Código Forestal. En nuestro país, en cambio, actos de esta naturaleza eran poco importantes e intrascendentes. Hoy, salvo algunas entidades privadas defensoras del medio ecológico, nadie expresa su enérgico reclamo por el cuestionado manejo de la prevención de los incendios forestales. Y si ya pasaron, menos. Solo se preocupan angustiados, aquellos que los sufrieron en carne propia y tiemblan ante la perspectiva de que se repitan. Esta incomparable apatía, lleva a pensar que entramos al año 2000 sin haber elaborado una sólida cultura forestal. Los pueblos sin cultura forestal, pueden confundir la "Política Forestal" con "Hacer política con el bosque". Son cosas muy distintas. La primera, lleva a la protección de un capital altamente rentable. La otra, a su destrucción, con beneficios solamente para los que la practican. 

Antecedentes en nuestro país 

Técnicos forestales argentinos, promovieron desde 1934 una serie de medidas que determinaron las bases de la organización forestal del país. El convulsionado momento político de esas décadas no fue propicio para el desarrollo de esta iniciativa novedosa y poco valorizada, frente otras prioridades planteadas por ineludibles problemas sociales. 

Sin embargo, este primer intento sirvió de fundamento para que, a raíz del fuerte incremento de la demanda maderera por parte de los países europeos, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se pensara seriamente en una organización forestal. Así nació la Dirección Forestal, organismo técnico de eficaz desempeño al dictar normas de carácter general, que tendían a evitar el empobrecimiento de la masa boscosa. 

Pero estas buenas intenciones necesitaban los recursos legales necesarios para encarar una obra de verdadera trascendencia. En 1948 se dictó la primera Ley de defensa de la Riqueza Forestal que contó con el voto unánime de las Cámaras. La Ley fue recibida con enorme alborozo, no solo por industriales y productores argentinos, sino también por los forestales españoles que manifestaron su satisfacción, publicando la noticia en los principales diarios madrileños. Seguramente se habrán sentido un poco padres del proyecto, ya que su experimentada Escuela de Montes había servido de orientación para delinear nuestra propia Política Forestal, a través de la formación de técnicos argentinos en sus aulas. 

Ante una política más amplia y comprometida, la Dirección Forestal, hubo de transformarse en Administración Nacional de Bosques, nuevo organismo encargado de aplicar los principios proclamados por la Ley. 

Naturalmente que, si antes la lucha había sido dura, la nueva etapa deparaba más desvelos y sacrificios. A pesar de ello, el entusiasmo y la fe de un equipo infatigable, logró en un tiempo relativamente corto la concreción de algunas medidas. Pero la morosidad administrativa y la falta de recursos frenaron otras, tales como las realizaciones de estudios y ordenaciones de bosques, en la escala necesaria para mantener el abastecimiento de materia prima, indispensable para las industrias y la dificultosa marcha del plan de reforestación. 

No obstante, se hicieron ordenaciones menos extensas, definitivas y provisorias, a fin de preservar a nuestros bosques de los efectos de una explotación irracional. Con respecto a las industrias, se tomaron medidas que regularan el normal abastecimiento de materia prima, la instalación y funcionamiento de las industrias, en los entonces territorios nacionales, la que regula el aprovechamiento y transporte de productos forestales en el Valle de Río Negro, la que regula los aprovechamientos en La Pampa para evitar el proceso erosivo en esa región, la reglamentación de la ejecución de rozados en zonas forestales del norte y del sur, la organización del régimen de crédito forestal para estudios, ordenaciones, aprovechamiento, industrialización, secado, impregnación de maderas, forestación y reforestación, la aplicación del régimen de exenciones impositivas a los plantadores de bosques; y otras, cuya enumeración sería muy largo efectuar. 

Es interesante destacar, que también se implementaron campañas de educación forestal, por medio de mensajes radiales, folletos especialmente dirigidos a los niños y la inclusión en los programas de las escuelas primarias de la Capital Federal, de una unidad destinada a la formación temprana de una conciencia forestal. 

Por supuesto, que tan vasto programa no hubiera sido posible sin el invalorable empeño y capacidad de acción de nuestro equipo de forestales, que prosiguieron con la prédica tenaz y voluntariosa, recorriendo los bosques a pie o a caballo, durmiendo en las costas de nuestros solitarios lagos patagónicos o en el caluroso interior de los campamentos en el norte. 

Tenían un ideal y lo siguieron, expuestos a inclemencias ambientales, abriendo picadas en el monte a machete, esquivando alimañas, pero con el espíritu en alto y orgullosos de haber dotado a su país de un instrumento legal, inspirado en los modelos europeos. 

No conformes con todo lo hecho, sintieron que faltaba algo más: un lugar donde se formaran los técnicos forestales del futuro. Así nació la Escuela Superior de Bosques, que funcionó en las cercanías de la ciudad de La Plata, para recibir a todos aquellos ingenieros agrónomos con vocación forestal que quisieran especializarse en la materia. También, se dictaron cursos para la formación de cuerpos de guardabosques, que serían especialmente preparados para afrontar con éxito las contingencias de la vida del bosque. 

Hoy, ya a días del nuevo siglo, la tecnología ha avanzado tanto que bien se podría decir que estamos ante una nueva Revolución Tecnológica. El hombre y la máquina se han mimetizado a tal punto, que con extraordinaria rapidez, concretan objetivos que antes hubieran demandado días de trabajo y esfuerzos. Gracias a la informática, las comunicaciones son tan rápidas, que las informaciones se conocen al segundo de producirse cualquier hecho trascendente. 

Con referencia al tema que nos ocupa, la Fuerza Aérea Argentina, cuenta con una flota que, a pedido de los organismos forestales, por medio de imágenes satelitales, identifica unidades boscosas nativas como lengas, cohiues, ñires, montes leñeros, etc. Estas diferenciaciones se reconocen teniendo en cuenta color, textura, forma, diseño, asociación, fisiografía, etc., de los bosques. 

A su vez, los sensores remotos se usan para identificar y cuantificar áreas boscosas, planificar explotaciones y establecer rutas de acceso, en prevención de incendios. 

Ante la emergencia de un siniestro declarado, la Fuerza Aérea dispone de helicópteros provistos de helibaldes, con distintas capacidades de agua. 

En el ámbito internacional, en 1972 la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente, aprobó un conjunto de principios sobre el aprovechamiento racional del medio ambiente (Declaración de Estocolmo). En 1992, este mismo organismo reafirmó los principios anteriores haciendo hincapié en la protección de la Silvicultura (Cumbre de Río) con la aprobación de la FAO. 

Estas reflexiones, escritas con el apasionamiento de quien además de amar a su país, ha compartido desde el plano administrativo, todos los éxitos y sinsabores de una lucha sin cuartel, librada por técnicos forestales para dotar a la Argentina de la Ley Forestal (una de las primeras de América Latina), no tendrían sentido si a modo de homenaje no los nombrara: Ing. Lucas Tortorelli, Ing. Orlando D’Adamo, Ing. Jorge Carmelich, Ing. Elías Dabas, Ing. Leopoldo Perfumo, Ing. Carlos Flinta, Ing Juan Festenessi, Ing. Roberto Lascano y Dr José Marinelli. Este último encargado de redactar la reglamentación jurídica de la ley. Hay otros nombres, no menos importantes, que dado el tiempo transcurrido, se pierden en mi memoria. 

Es obvio que hoy, contamos con una tecnología que facilita y dinamiza en un porcentaje importante todas las tareas inherentes a la defensa y conservación de las áreas boscosas. Bueno sería que se utilizara en función de una clara programación de la política forestal, acorde con la época. Los resultados serían más que satisfactorios. 

Reflexiones finales 

Actualmente, estamos enfrentados a circunstancias excepcionalmente conflictivas. Por un lado sociales, financieras y económicas; y por otro, un endeudamiento externo gigante, que asfixia nuestras más legítimas pretensiones. 

La defensa de nuestro patrimonio nacional, industria, comercio, conservación de reservas ecológicas, etc., reclaman urgente prioridad. 

Estamos los argentinos inmersos en una aguda crisis, históricamente inédita. Más que nunca, es necesario que los funcionarios responsables tomen conciencia de la gravedad de estas urgencias y estén perfectamente compenetrados de la trascendencia de la obra forestal. Con una óptica equivocada se han hecho recortes presupuestarios a la administración de Parques Nacionales, que afectan a funcionarios, técnicos y guardabosques; y, en última instancia, a los bosques. 

Ojalá estemos a tiempo, para consolidar nuestro estilo de vida, con obras de reconstrucción y creación, que abran las puertas a las industrias, sobretodo a aquellas que más gravitan sobre la tranquilidad y el bienestar social. 

Los países industrializados alientan la ocupación del trabajo en sus propias industrias y la agricultura mediante la defensa de sus intereses, nosotros las bastardeamos vendiéndolas al mejor postor. 

Pero ninguno de esos objetivos podrá hacerse realidad, si la función pública se confunde con un mostrador donde se reparten dádivas y los principios éticos estén sometidos a la fuerza incontrolable de oscuras ambiciones personales o políticas. 

Por último, quiero destacar que la Argentina fue el primer país de América Latina con posibilidades de concretar una política forestal, fundada en un laborioso trabajo de investigación previa, desarrollado con la colaboración de expertos internacionales y técnicos argentinos (FAO, 1959). 

Fiel a mi espíritu docente, no puedo dejar de señalar que en otro punto de las conclusiones se señala "la urgente necesidad de poner en funcionamiento los institutos de enseñanza forestal universales como así mismo proveer los recursos y equipos necesarios que posibiliten el cumplimiento pleno de sus fines específicos. Es evidente que sin profesionales capacitados en los problemas de la producción y la industria forestal, muy poco será lo que podrá hacerse" (FAO, 1959). 

Como se puede apreciar, he querido reflejar en estas líneas el recuerdo de un proyecto gigantesco que, aparentemente, fue de efímera vigencia. No obstante, creo que la Argentina tiene un promisorio futuro; pero ya pasó de la adolescencia y es hora de enseñar a los más jóvenes que los hechos históricos no envejecen, sedimentan sus valores y se incorporan a la dinámica del tiempo. No tenerlos en cuenta significa empezar siempre de nuevo, con el riesgo de cometer errores difíciles de corregir y a veces irreversibles. 

Finalmente, termino con las palabras de un experimentado forestal: "La explotación del bosque no destruye su belleza. Invirtiendo el sentido de un profundo adagio germánico, en este caso, es el bosque quien no deja ver el árbol. Si la explotación es razonablemente organizada, la belleza panorámica no desaparece y es en cambio la vida humana la que se nutre y satisface" (D´Adamo, 1947). 

Martha Porcel de Peralta


FUENTES DE INFORMACIÓN 

-Ing. D´Adamo, O. A. (1947): La Economía Forestal del Territorio de Neuquén. Buenos Aires: Publicación del Ministerio de Agricultura de la Nación., Dirección General de Tierras y Bosques. 

-Ing. D´Adamo, O.A. (1949): Itinerario Europeo de Ordenaciones de Bosques. Sus relaciones con los bosques argentinos. Tomo X. Buenos Aires: Ingeniería Agronómica. 

-Ing. D´Adamo, O.A. (1951): Política Forestal. Buenos Aires: Estudio Forestal de Bosques. 

-Ing. D´Adamo, O. A. (1951a): Conferencia, pronunciada el 6/7/51, Centro Argentino de Ingenieros Agrónomos. 

-FAO (1959): Informe. 

-INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), Informe de1999, Citado en Diario La Nación. 

-Dr. Marinelli, J. (1954): Regulación Jurídica de la Propiedad Forestal. Buenos Aires: Imprenta Coni. 

-Ing. Tortorelli, L. (1947): Los incendios de Bosques en la Argentina. Buenos Aires: Publicación del Ministerio de Agricultura de la Nación -Dirección Forestal-. 

· Otras fuentes consultadas: 

-Administración de Parques Nacionales 

-Círculo de Oficiales de la Fuerza Aérea Argentina 

-Diarios: "Río Negro", "La Nación" y "Clarín" 

-Intendencia del Parque Nacional Nahuel Huapi 

-Museo de Bariloche 

-Pobladores de Bariloche 

-Secretaría de Cultura de la Nación 


Patagonia Austral agradece a la Señora Martha Porcel de Peralta, el material y la autorización para la publicación del mismo.

Para contactar a la Sra. Porcel de Peralta, puede hacerlo a :
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